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El título de la obra hace referencia a un apodo humorístico que Leonora Carrington le dio a su propio padre cuando era niña. Carrington usó su arte para confrontar el estricto ambiente católico en el que creció. Esta pintura, junto con «The Meal of Lord Candlestick» (también de 1938), son ejemplos de cómo Carrington satirizaba y se «vengaba» artísticamente de su educación.
Los caballos son un elemento recurrente y muy personal en la obra de Carrington. Para ella, eran un refugio desde la infancia y se convirtieron en una metáfora de la visión trascendente y una imagen simbólica de la unión sexual. En esta pintura aparecen caballos libres aparentemente asustados, muy diferente a los caballos de otras pinturas donde se encuentran calmos o atados. «The Horses of Lord Candlestick» es una de las primeras pinturas que Leonora logró vender, mientras se alojaba en Paris, junto a Max Ernst.
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