El título hace referencia al huerto central de la composición, donde se cultivan frutas y verduras. Carrington, quien estaba embarazada en el momento de crear esta obra, utiliza este jardín como una poderosa metáfora de la creación, tanto biológica como artística. El huevo, un símbolo místico de fertilidad y regeneración, se repite en la composición (en las gallinas, un ave flotante, la forma de la puerta y la rama del árbol, y un huevo gigante sostenido por una figura), enfatizando la idea de concepción y formación. Además, el uso de la técnica de temple al huevo, donde los pigmentos se mezclan con yema fresca, acentúa la presencia del huevo como medio de creación.